Reflexión final: la vocación frente a la desinformación y la precariedad
- Raúl Blanco
- 6 ene
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En un mundo cada vez más globalizado y en el que el ritmo de evolución se incrementa por segundos, adaptarse no es una opción, sino una imperiosa necesidad para quienes no desean quedarse rezagados en esta vertiginosa carrera de fondo llamada vida. Esta exigencia incluye tanto a las personas, como a las empresas e instituciones que conforman los diferentes sectores económicos. Entre estos últimos, el periodismo y la comunicación destacan por ser sectores especialmente vulnerables a estos cambios, una situación agravada por la reciente fiebre por la digitalización, que ha generado una serie de desafíos y retos que los profesionales de la información deben atajar con urgencia y eficacia.
Uno de los principales desafíos a los que se enfrenta el sector son las pobres condiciones laborales que padecen los periodistas en el ejercicio de su trabajo. Los salarios tercermundistas, las exigencias desorbitadas y los incumplimientos de los horarios laborales son problemas habituales en muchas redacciones. Según recoge el informe anual de la Asociación de Prensa de Madrid (APM) de 2024, la precariedad laboral y los bajos salarios son los principales problemas de la profesión. De hecho, dos tercios de los profesionales encuestados por la APM afirman que esta situación les ha generado problemas de salud, tanto física como mental. Una realidad tan inaceptable como insostenible.
El origen de la precaria situación que vive el gremio se remonta a la recesión económica de 2008, que derivó en el cierre de cientos de medios de comunicación en España y que vino acompañada de graves recortes en aquellos que lograron sobrevivir. Posteriormente, con la pandemia del coronavirus en 2020, el sector se sumergió en una nueva crisis que provocó más recortes y un nuevo aumento de la precariedad. A todo esto se le suma la aparición de la Inteligencia Artificial, que si bien puede ser muy beneficiosa para la profesión si se logra integrar de forma adecuada en la rutina de trabajo, también amenaza con destruir muchos puestos de trabajo del sector mediante la automatización, especialmente en aquellos medios con menos recursos. Paradójicamente, el número de alumnos matriculados en titulaciones universitarias de periodismo y comunicación aumentó un 1% el año pasado, rondando los 50.000 estudiantes a nivel estatal, lo que evidencia el gran componente vocacional de esta profesión.
Otro mal endémico que padece el sector es el intrusismo laboral, agravado recientemente por el auge de las redes sociales. Y es que cada vez son más las personas que, aprovechando su popularidad en Internet, asumen roles propios del periodismo y la comunicación sin contar con la formación académica necesaria. Casos como el de Ibai Llanos, que entrevistó en exclusiva a Messi en su presentación con el PSG en 2022, o el de Vito Quiles, que trabaja como periodista en el Congreso de los Diputados sin titulación oficial, ejemplifican esta tendencia. ¿Se imaginan a un cirujano que no haya estudiado medicina operando a un paciente de apendicitis? ¿O a un abogado en un juicio sin haber cursado la carrera de derecho? No, ¿verdad? Pues en el periodismo y en la comunicación audiovisual, esta es una práctica muy normalizada. Un hecho preocupante que pone en riesgo la credibilidad y la calidad del sector.
En 2022, la Red de Colegios Profesionales de Periodistas denunció que RTVE fomentaba el intrusismo laboral al no exigir la licenciatura o el grado en Periodismo o Comunicación Audiovisual para optar a un puesto de trabajo fijo en sus convocatorias públicas. Sin embargo, este tipo de denuncias no han logrado cambiar las situación, que solamente podrá resolverse cuando los poderes políticos de nuestro país comprendan la gravedad de la situación y se decidan a trabajar conjuntamente para aprobar leyes que protejan la profesión. Por ejemplo, equiparándola a otras como la medicina o la abogacía, es decir, obligando a contar una titulación oficial para poder ejercerla.
A estos retos se suma el crecimiento de la desinformación, impulsada por el mayor uso de las redes sociales y el desarrollo de nuevas tecnologías que facilitan la creación de contenidos engañosos, como las aplicaciones de inteligencia artificial generativa. En este sentido, cabe destacar que desde que Elon Musk adquiriera X (antiguo Twitter) en 2022, esta red social se ha consolidado como una de las principales plataformas para la difusión de bulos e informaciones falsas, tanto por parte de usuarios anónimos como de líderes de opinión, pseudomedios de comunicación y figuras políticas como Donald Trump. A finales de 2024, X lanzó Grok, su propia herramienta de inteligencia artificial generativa, la cual se popularizó rápidamente entre los usuarios debido a su capacidad para generar imágenes manipuladas sin restricciones. Como consecuencia, a los pocos días la plataforma se llenó de fotografías racistas, xenófobas y numerosas publicaciones que utilizaron imágenes generadas con Grok para difundir acusaciones infundadas contra figuras públicas.
La lucha contra este tipo de contenidos es uno de los retos más importantes que debe afrontar el periodismo actual, puesto que amenazan la democracia y socavan la confianza de la sociedad en los medios de comunicación tradicionales. Según los datos publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, en 2024, la confianza en los medios tan solo alcanzó los 4,01 puntos en una escala de 10. Ante este panorama, el periodismo debe adaptarse y posicionarse como un referente informativo fiable frente a la jungla de las redes sociales, ofreciendo información veraz y de calidad, con el objetivo de recuperar la confianza de la sociedad. Asimismo, debe asumir su papel como verificador de contenidos y debe impulsar acciones dirigidas a educar a su audiencia para que esta desarrolle habilidades y capacidades críticas que le permitan discernir entre una información falsa y aquella verdadera.
En este contexto y como periodista recién graduado afronto esta situación con inquietud, pero también con ilusión, ya que tengo una gran oportunidad para cambiar las cosas y devolver al periodismo al lugar que merece. Lógicamente, soy consciente de que mi influencia es limitada y que muchas de las transformaciones que necesita el sector deben venir de las altas esferas políticas y empresariales. Dicen que en la unión está la fuerza y estoy seguro de que si todos los nuevos periodistas remamos en la misma dirección, lograremos impulsar las reformas que el gremio necesita para revertir esta espiral autodestructiva y salvar al sector del periodismo y la comunicación antes de que la cascada de la desinformación y la precariedad se lo acaben llevando por delante. No sé si será posible, pero prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que la sociedad vuelva a estar orgullosa del periodismo y para que esta profesión vuelva a ocupar el lugar que merece.
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