Explosión en Tarragona: tragedia industrial, social y desinformativa
- Rubén Ramos
- 7 dic 2024
- 4 Min. de lectura
¿Sabrías distinguir un artículo escrito por ChatGPT de otro realizado por una persona real? A continuación, se presentan dos piezas sobre el mismo tema: La explosión en la petroquímica de Tarragona en 2020.
Artículo 1
El 14 de enero de 2020, la província de Tarragona se vio alertada por una explosión en la planta petroquímica que rodea una de las entradas al sur de la ciudad. Tres personas murieron y otras siete resultaron heridas por la explosión registrada poco después de las seis de la tarde en un tanque de óxido de etileno de la empresa química IQOXE. La alarma social no tardó en hacerse eco, pues uno de los principales rumores hablaba de un posible ataque terrorista. Y es que solamente dos décadas antes, tanto la ciudad de Tarragona como sus cercanías ya se vieron en auténtica alerta por un intento de atentado terrorista reivindicado por el grupo ETA en la misma petroquímica con dos bombas, que resultó sin víctimas mortales, pero con la fuga de 20.000 ciudadanos de la ciudad por miedo y desconocimiento de la magnitud de los hechos.
Los hechos no solo generaron una alarma sobre el terreno, sino también una nueva ola de crisis informativa en redes sociales que puso sobre la mesa, una vez más, la desinformación en emergencias. Durante las horas posteriores al accidente, las redes se inundaron de imágenes, comentarios y rumores que dificultaron la comprensión de lo ocurrido, generando aún más miedo e incertidumbre en la población. Se hablaba de decenas de muertos, de nubes tóxicas, de confinamiento total, de desalojar las zonas cercanas… Entre varios casos de desinformación, se viralizó un vídeo de una explosión que muchos usuarios aseguraron ser la de Tarragona, pero fuentes verificadoras confirmaron que se trataba de un vídeo de China de años anteriores. Tal fue la necesidad de informar, que incluso medios como LaSexta compartieron el vídeo ubicándolo en Tarragona sin consultar o contrastar las fuentes.
Otros vídeos que se viralizaron por redes mostraban decenas de vehículos circulando cerca de la planta química y fueron interpretados por algunos usuarios como evacuaciones masivas en curso. Las publicaciones iban acompañadas de titulares alarmistas como: "Tarragona está siendo evacuada". Sin embargo, Protección Civil desmintió estas afirmaciones, aclarando que no se habían ordenado evacuaciones más allá de la zona industrial inmediata.
Por su parte, las autoridades catalanas y los medios de comunicación intentaron desmentir los rumores que se difundieron rápidamente. Los canales oficiales como Protección Civil de Cataluña y los Bomberos de la Generalitat, utilizaron X (por entonces, Twitter) para informar sobre el estado del incendio y las medidas a seguir.
Al final, el accidente, por número de víctimas y heridos, acabó resultando el más grave en los últimos 20 años en España, a pesar de, tras todo lo que se dijo en internet, contar con únicamente tres fallecidos. Aún así, en redes sociales se generó un miedo extra e innecesario a causa de la desinformación y la divulgación de bulos y rumores. La explosión en Tarragona puso de manifiesto cómo las redes sociales pueden amplificar tanto la información como la desinformación en tiempos de crisis.
Artículo 2
El 14 de enero de 2020, la explosión en la planta petroquímica IQOXE, situada en Tarragona, dejó tres muertos, varios heridos y un gran impacto mediático. La explosión ocurrió en un tanque de óxido de etileno, un compuesto altamente inflamable, generando un incendio que movilizó a más de 30 equipos de bomberos. La onda expansiva alcanzó una vivienda a 2 km de distancia, causando el derrumbe del techo y la muerte de una persona. En total, tres vidas se perdieron, y el suceso desató una emergencia química en la región.
Las investigaciones iniciales apuntaron a una posible sobrepresión en el tanque como causa de la explosión. Sin embargo, IQOXE ya tenía un historial de sanciones relacionadas con la seguridad laboral, lo que reavivó el debate sobre la regulación y supervisión en la industria química.
Los medios tradicionales se apresuraron a cubrir el accidente, priorizando actualizaciones en tiempo real. Sin embargo, algunos reportajes iniciales cayeron en especulaciones o replicaron rumores sin confirmar. Por ejemplo, algunas cadenas difundieron alertas sobre una supuesta nube tóxica, alimentando el temor antes de que las autoridades confirmaran que los niveles químicos en el aire eran seguros.
Las redes sociales se convirtieron en un campo fértil para la desinformación durante las primeras horas tras la explosión. Entre los casos más notables estuvieron: la falsa nube tóxica, circuló rápidamente en WhatsApp y Twitter un mensaje sobre una nube peligrosa que habría provocado evacuaciones masivas. Aunque Protección Civil desmintió esta afirmación, el rumor causó pánico entre los residentes; videos erróneos, usuarios compartieron imágenes de explosiones en otros países, atribuyéndolas al accidente en Tarragona, generando confusión entre quienes buscaban entender la magnitud del suceso; teorías de sabotaje, sin evidencia alguna, algunos perfiles difundieron hipótesis de que la explosión fue causada deliberadamente, lo que desvió la atención del debate sobre las condiciones de seguridad en la planta.
Protección Civil de Cataluña y los Bomberos utilizaron sus cuentas oficiales para ofrecer actualizaciones en tiempo real y desmentir rumores. Sin embargo, muchos ciudadanos criticaron la tardanza en emitir alertas claras y directas a la población cercana, lo que permitió que la desinformación se propagara.
La explosión en Tarragona subrayó la necesidad de estrategias más efectivas de comunicación en emergencias. Tanto las autoridades como los medios enfrentaron el desafío de competir con la velocidad y el alcance de las redes sociales, demostrando que la confianza en la información oficial es clave para gestionar crisis.
El incidente dejó una huella no solo en las víctimas y sus familias, sino también en la percepción pública de la seguridad industrial y la necesidad de combatir la desinformación en tiempo real.
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